Miraba mis manos y me recordaban a ti.
Aquellas tardes coronadas con un amanecer que llegaba demasiado pronto al unísono de nuestra voracidad. Mis manos recorriéndote, descubriendo cada rincón de tu cuerpo, explorando cada poro, cada pequeño estremecer de tu piel provocado por el roce de la mía.
Miraba mis piernas y me recordaban a ti.
Qué frenesí al rodear tu cintura mientras recorríamos ríos de placer. Mis piernas se aferraban cual cadenas, forcejeando para no derramarse con el chorreante sentir de nuestra pasión sin final. Continuar leyendo