Ambos se giraron a la vez para quedar, luego, clavados en el suelo. La música resonaba en toda la habitación. Era un tintineo metálico que recordaba a una canción infantil, a esas que cantan los niños cuando juegan. Poco a poco, la música fue sonando más grave y lenta hasta que, finalmente, paró. Ahora, era el silencio el que resonaba en la habitación a pleno pulmón.
– Creo que deberíamos ver qué era -se atrevió a decir Alexandra. Continuar leyendo